Fue tan grande su valor y tan cálido y generoso su corazón, que no había lugar en la ciudad que no llorara su muerte.
Liath
Fue tan grande su valor y tan cálido y generoso su corazón, que no había lugar en la ciudad que no llorara su muerte.
Liath
Las manzanas continuaban en su lugar.
Los chicos no pasado a por ellas esa mañana, ¿qué podría haberles ocurrido?
Liath
Tímidamente al comienzo, con más confianza según avanzaba, Rosa recitó la oración en homenaje a su amiga, compañera, hermana...
Fui buscándote.
Esperando encontrarte y amarte.
Encontré traición.
Sola, en el camino de vuelta a casa, me encontré a mi misma y me amé como nunca.
Liath
Lo intentó.
Lo intentó con ganas.
Pero aquel hombre de mirada dura le aterrorizaba y abandonó el lugar.
Liath
Creyendo que, al fin, la pesadilla había terminado, Susana tomó un baño que la liberara de todo el estrés de lo ocurrido.
Cómo imaginar que creerían en la versión de Alberto y que ya estaba en libertad...
Liath
Desde el tren veía el humo de las chimeneas de los hogares, invitando al descanso y la paz.
En todos... menos en el suyo.
Liath
Recorrí lo más aprisa posible el camino a casa, sabiendo que mi llegada era esperada.
Ellos me recordaban cada día que sí ocupaba un lugar en el mundo.
Liath
Al fin entendí, que para estar bien, solo me necesitaba a mí misma (en plena forma) y a mi adorada peluda.
El resto del mundo podía esperar.
Liath
Llegaba la época del cortejo de las aves.
Y yo seguía añorando la sensación de que alguien hiciera algo similar por mí.
Todo era mí era dualidad.
Quería, pero temía.
Amaba, pero odiaba hacerlo.
Necesitaba un punto de apoyo, una guía que me ayudara a encontrar el equilibrio.
Entonces, apareció...
Liath
Con un solo movimiento de sus manos, las bestias retrocedieron y volvieron a sumergirse en las oscuras aguas de las que fueron llamadas.
Liath
En un arrebato de desesperación, se arrodilló ante el santo y oró, como mejor supo, por la sanación de su hijo.
Liath
Ella, que amaba el calor y había pasado casi toda su vida junto al mar, encontró su hogar definitivo en aquel paraje permanentemente nevado.
Liath
De todos los presentes, fue precisamente el que más daba la nota a diario, el que se quejó de la situación.
Liath
Nervioso, terminó de vestirse y respiró hondo, tratando de controlarse.
Hoy iba a verla y, por fin, invitarla a salir.
Liath
Mientras descansaba, miró al patio con la ropa recién tendida y Leo jugando a atrapar moscas.
Pedro estaba a punto de llegar y llenaría la casa con su fuerte voz y su risa.
¿Podía haber algo mejor?
Liath
Sin sospechar los movimientos del compañero, Alberto y Juan acudían a colaborar para ayudar al amigo necesitado.
Liath
No solía hacer caso a lo que le decían, pero aquel día...
Aquel día estaba teniendo alucinaciones tan terribles que, por primera vez, se planteó dejar el alcohol.
Liath
El día que Ana la descubrió usando la lupa, se avergonzó de su vanidad y accedió acudir a un especialista.
Liath
Tras tantas caídas y reveses, consiguió marcharse de la ciudad y llegar a su paraíso soñado.
Ahora podía ser uno más, nadie le conocía y podía pasar desapercibido y empezar de nuevo.
Al llegar la hora, Gingko se preparó a esperar pacientemente a que llegara su mejor amigo, el niño de los vecinos.
Liath
Ahora que se había marchado, le gustaba sentarse en el porche y contemplar el sonajero de viento que con tanta ilusión compraron al mudarse allí.
Le gustaba pensar que, al sonar, era ella acariciando los tubos con los dedos...
Su mente comenzaba a fallar, no en vano pronto cumpliría el siglo de vida, pero el recuerdo de su pequeño Manuel permanecía tan nítido como aquel verano.
Liath