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En ocasiones se sentía una Diosa, conteniendo el mundo y todas sus fuerzas...

Era fuerte, poderosa, temible, pero también sensible, amorosa y sanadora.

Liath

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Desde luego no era tonta. Se defendía bastante bien con las cosas de la vida.

Pero había cosas... había temas con los que se sentía como vaca ante pizarra, no entendía nada... y no estaba segura de querer entenderlo.

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No era fan de los reptiles, pero le gustaba ver la actividad diaria de Pelayo, el lagarto que vivía cerca de su hogar.

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Al amparo de la noche preparaba sus elixires...

No porque fueran malos, ni venenosos, sino porque la energía mágica de la noche los imbuía de poder.

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Una de las cosas que adoraba del otoño era la perspectiva de la cocina aromatizada por las manzanas y todos los dulces que su abuela preparaba con ellas.

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La imponente presencia del buey la impresionaba, pero no la asustaba.

Mientras no lo molestara, no le haría daño.

Liath

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No sólo le gustaban las estrellas del firmamento.

Las coleccionaba de todas las formas y tamaños, brillantes, de colores...

A veces, pensaba que era algo con lo que había nacido; no en vano sus padres la llamaron... Stella.

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Le encantaban los animales, pero tenía que reconocer que -aunque a veces parecían muy simpáticos- ranas y sapos no estaban entre sus favoritos...

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El ritual diario de preparar la comida y sentarse a compartirla, hacía que olvidara los dramas de la vida cotidiana y se relajara.

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Fuente de la imagen: http://www.cocinadelirante.com/guarnicion/la-importancia-de-la-comida-casera

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Ni siquiera le gustaba el humo del tabaco, pero sentarse allí suponía la oportunidad de hablar con Ella cuando saliera a tomar el fresco.

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El lince, uno de los felinos más bellos.

Encontrarse con su mirada es equivalente a ser hechizado.

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A ella el anuncio de la venida del cometa no la asustaba como a sus vecinos.

Esperaba impaciente su llegada...

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Aunque sea ñoño, para nosotros no hay un 14 de febrero, hay 365.

Porque te amo hoy, y mañana, y pasado mañana... no hay necesidad de regalos, amor.

Mi regalo eres tú.

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A la luz de esta vela yo te invoco.

Guíame, muéstrame el camino.

Sé mi luz como yo soy la tuya ahora...

Liath

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Al meditar había aprendido a cortar con todo lo que le hacía daño y con la gente que le deseaba mal, de manera consciente o inconsciente.

Meditar, la liberaba...

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Mirar aquellas simpáticas aves podía llevarle  todo el día...

Resultaban casi hipnóticas, con sus paseos, sus juegos, sus cortejos y la forma en que cuidaban a sus crías.

Liath

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Decían que estaba loca y, posiblemente era cierto.

La noche en que la Luna entraba en Aries, pudo ver al Carnero, con toda claridad, saltando en el cielo...

Liath

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Aunque no profesaba ninguna religión, aquel símbolo la elevaba...

Recitar su sagrado mantra la llenaba de una paz como ninguna otra cosa.

Liath

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