Tan sólo unas horas restaban para el fin de curso, pero su mente ya vagaba por la playa en que pasarían juntos el verano.
Liath
Tan sólo unas horas restaban para el fin de curso, pero su mente ya vagaba por la playa en que pasarían juntos el verano.
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Despejar la incógnita fue más sencillo que desentrañar el misterio que ocultaba la personalidad de Ágata.
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Iluminada por la Luna y arropada por los árboles que tan bien conocía, Lucy bailó buscando el amor que le fue prometido.
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El viejo árbol era el último vestigio de su antigua vida.
Como ella, resistía a todo intento de erradicarlo.
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En sus sueños era libre.
Libre de aquel cuerpo atrofiado por la enfermedad y el dolor, que no la dejaba apenas respirar.
Libre para volar con los cuervos en un viaje infinito.
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Con la llegada de Tom, su hogar ya era un pequeño zoo.
Se preguntó cuánto más soportaría la situación por mucho que la quisiera y entendiera su amor por los animales.
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Elsa acunó la vieja herradura que su abuela guardó "porque atraía la buena suerte" y oró en silencio para obtener su guía.
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Fue el día 7, un día soleado que anticipaba el verano, cuando lo más terrible y oscuro se abatió sobre ellos.
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Nunca imaginó que sus paseos con Camille fueran tan terapéuticos y reparadores para su corazón y su alma.
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Pese a ser más sencillo y, en apariencia, menos terrorífico, el nuevo espantapájaros parecía cumplir su función.
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Tal y como vino al mundo, se zambulló en el agua, sintiendo bullir en su sangre el espíritu de sus ancestros.
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El hombre se acercó al agua y se miró.
Al contrario que Narciso, no le gustó lo que vio y huyó espantado.
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Con gran atención y cariño, elaboró el conjuro para la peticiones de sus amigos, sonriendo ante la inocencia de algunas de ellas.
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Adela jamás se sintió tan feliz como desde que cuidaba su pequeña huerta; olvidado ya el estrés que le provocó su pequeña escapada a la ciudad.
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"Esto también pasará".
Era el lema vital de su abuela y así se lo inculcó.
Tanto lo creía, que cuando Jaime le abandonó, lejos de dejarse llevar por la desesperación, se puso su mejor ropa y salió a disfrutar de la noche.
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Leyó la misteriosa invitación que le fue entregada con tanto misterio.
La propuesta era interesante, pero... ¿Quién sería K?
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Hoy, tan solo la brisa que entraba por la ventana, la acariciaba.
¿Le echaba de menos? Terriblemente.
Pero también sabía que había tomado la decisión correcta.
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Sorprendió a su solitaria vecina oliendo una flor, la última del árbol de la plaza, y, nuevamente, no supo que pensar de ella.
Liath
Lástima que los momentos fueran tan breves, tan furtivos.
Que dulces le parecían entonces aquellos besos; cuanto más prohibidos sabían que eran, más los disfrutaban ambos
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Estaba tan cansada...
Tan sólo deseaba estar tan en calma como el mar que tenía delante, pero hasta eso parecía estarle vedado.
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Sara, que nunca perdía la esperanza, por mal que pintaran las cosas, no podía elegir otro nombre para su pequeña.
Liath
El camino, sin duda, fue duro y solitario.
Aunque, en ocasiones, creyó vislumbrar a aquellos que, lo sabía, le guiaban y protegían.
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Por el camino de entrada se acercaba una mujer con un extraño atuendo.
¿Qué buscaría tan inoportuna, y no deseada, visita?
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Luisa tenía la mirada y la mente fijas en los apuntes y no vio la notificación que indicaba que Rober la llamaba...
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Pese a ser los únicos habitantes que quedaban, no lograban llevarse bien y estaban perpetuamente enfadados.
Hasta aquel día en que...
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Aquel estúpido robot se empeñó en no reconocerle -ni a su contraseña- y le impidió el paso a su hogar.
¿Cómo iba a ayudar a Lucy si no podía llegar hasta ella?
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Un día más, nos encontramos.
Como cada vez, una charla intrascendente y una despedida.
¿Quedaban en el aire cosas más importantes que no decíamos, o era sólo cosa mía?
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El día se tornó luminoso y cálido. El paisaje era impresionante.
Y él olvidó el enfado por el fastidioso encargo y comenzó a canturrear por lo bajo.
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En mitad de la nada era imposible regatear.
Ellos tenían lo que quería y él estaba dispuesto a darles su alma, si era necesario, para conseguirlo.
Liath
Cruzaron la calle enlazados por la cintura, sin ser plenamente conscientes del hecho.
Fue un acto involuntario que expresaba lo que sentían y aún no habían expresado.
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Siguiendo el sonido de su voz, encontró la puerta que le llevó al mundo real, donde le esperaban.
Liath
Como respuesta a la llamada a sus ancestros, los vasos y botellas que colocó en el altar a modo de ofrenda, estallaron en mil pedazos.
Liath
Según la carta, debía tomar las riendas del asunto y actuar ya.
Pero... ¿y si lo que creía interés por parte de él no lo era? ¿Y si se exponía y él la rechazaba?
Liath
El Dios vigilaba a la familia escogida sin que nadie pudiera desentrañar la expresión de su rostro ni sus intenciones para con los humanos.
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La noche había sido tan perfecta que no podía borrarse la sonrisa de la cara.
Aún podía sentir cada beso que ella le había dado marcados en su piel.
En sus sueños se veía rodeada de riquezas, pero siempre sola.
Nadie la acompañaba en ese mundo que ella creía maravilloso.
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No pintaba bien, pero se mantuvo tranquila y firme.
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Disfrutando del desayuno en la terraza de su casa, sopesó sus posibilidades y sonrió satisfecha al darse cuenta de que cualquier camino que tomara era mejor que lo que dejaba atrás.
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Recorrió el pueblo buscando su antiguo hogar.
Tan sólo encontró muros a medio derruir y, en el lugar donde tantas horas felices pasó, un giganteco árbol se erguía ahora, cobijando a numerosas aves.
Sonrió enternecido.
Ángela sentía tanto amor, y tan puro, hacia todas las criaturas, que cambió para siempre las vidas de los que tuvieron la suerte de tenerla en su vida el breve tiempo que duró su existencia.
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Tan libre se sentía, tan a salvo, que se durmió en la trasera de la camioneta, al aire libre, sin preocuparse de que nadie la importunase.
Sus amigos y familiares se preguntaban qué veía en aquel hombre de gesto adusto.
Ella callaba y sonreía para sus adentros.
Liath
Ella, tan orgullosa de su modernidad y de su desdén por los compromisos, se vio sola el día de su cumpleaños.
Sola y deseando que alguien rompiera sus estúpidas normas y la felicitara, al menos.
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