Coqueta como siempre, Violeta se miraba en el pequeño espejo mientras se peinaba.
Olivia sonrió cómplice. Había cosas que nunca cambiarían...
Liath
Coqueta como siempre, Violeta se miraba en el pequeño espejo mientras se peinaba.
Olivia sonrió cómplice. Había cosas que nunca cambiarían...
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Raquel fue el nombre que él escogió para ella y ella los rechazaba a ambos por igual.
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Mientras me lavaba los dientes, pensé en el tiempo desperdiciado en querer conquistarle cuando era obvio su nulo interés por mí.
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Incluso allí, en aquel enorme crucero, rodeada de gente por todas partes, su única compañera era la Soledad.
Rescató la planta del "repugnante bicho" pero, pese a las protestas de Laura le perdonó la vida y lo liberó en un parque cercano.
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Con todo ordenado, ya retiradas las últimas cajas, miraba a su alrededor y tan sólo veía un futuro lleno de promesas por cumplir.
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Inés sonrió cuando le hizo LA PREGUNTA.
¿De veras creía que ataría su vida a alguien cuyo genio era como una ruleta funesta en la que ella siempre perdía?
¿Quién imaginaría que aquella chiquilla que lloraba desconsolada por tener que permanecer en la granja de los abuelos, acabaría siendo la mejor aliada de los animales?
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Una de las cosas que recuperó cuando dejó a Manuel fue su voz.
Al fin podía hablar, opinar y hasta gritar.
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En su loca carrera perdió el bonito sombrero, recién estrenado.
Pero no le importó. Hacía tanto que no experimentaba aquella alegría...
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El anillo.
Aquel maldito anillo y su estúpido orgullo al rechazarlo, provocaron aquella tragedia.
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Jaime, que creía que ya nada ni nadie podía sorprenderle, quedó anonadado ante las proezas del joven mago.
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Ya en su despacho, miró el retrato de su idolatrado mentor y no pudo evitar las lágrimas al recordar los terribles rumores que corrían sobre él.
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De pronto, la actitud de su mejor amiga -o eso pensaba hasta entonces- cambió.
Se convirtió en una terrible agorera empeñada en pintar de oscuridad toda la ilusión de Andrea.
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El viaje de retorno fue más penoso que el de ida.
Ella había elegido a otro... tras todas sus palabras de amor, que él había bebido con avidez, ahora le rompía el corazón sin piedad alguna.
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El "genio" reposaba en su diván favorito, disfrutando de los placeres de su nueva vida, burlándose de los que le habían encumbrado.
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Mientras curaba la mano herida de su padre, observó las callosidades y cicatrices que la surcaban y sintió vergüenza por haberle gritado minutos antes por su torpeza.
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No pudo evitar que una sonrisa asomara a sus labios.
En aquel oscuro callejón, cuando parecía que su única salida era quitarse de en medio, comenzó a ver señales...
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Mientras los humanos huían del temporal que se avecinaba, la sirena y el tritón disfrutaban del embravecido mar.
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Envidiaba la manera de abstraerse de todo que tenía Alberto al meditar.
El tiempo parecía no transcurrir para él.
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Carlos escribió la más hermosa de las melodías que Ana escuchara jamás.
Por desgracia, no era ella la musa ni la destinataria de tan hermosos sentimientos.
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No importaba cómo terminara el combate ni quién resultara vencedor, su relación estaba ya herida de muerte.
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No todos pensaban que aquello fuera buena idea ni que, realmente, sirviera para sus propósitos, pero estaban tan desesperados que realizaron el sacrificio.
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No entendía qué había ocurrido para decidieran marcharse y dejarla sola.
Sólo le quedaba esperar a que volvieran a buscarla... porque volverían, ¿no?