Rocky se convirtió en uno de los miembros más valiosos del equipo por méritos propios.
Además, era una monada.
Liath
Rocky se convirtió en uno de los miembros más valiosos del equipo por méritos propios.
Además, era una monada.
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Mientras pasaba la aspiradora pensó que, sin duda, comenzar esta nueva etapa en solitario había sido la mejor decisión que pudo tomar.
Distaba mucho de ser un cachorro, pero para ellos, Milou siempre sería el pequeñín que los conquistó con su alegría.
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Por un día, por Jairo, fingieron llevarse bien y celebraron con el pequeño la ilusión de abrir sus regalos.
Elegir a Jaime como nuevo botones había sido un acierto.
No había chico más entregado, raudo y eficaz en su trabajo.
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Para él aquel hombre era un charlatán más, que proclamaba sus paranoias; pero según parecía era el único en pensar así pues cada vez tenía más seguidores.
Los miraba divertida porque ella siempre parecía encontrar algo interesante de lo que hablar mientras él parecía impermeable al torrente vocal de su mujer.
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Jorge se había tomado totalmente en serio su papel de granjero y trabajaba muy duro para que todo saliera bien.
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Lo malo de Quique era lo fácilmente que se distraía cuando se trataba de realizar un trabajo importante.
Aunque habían escogido caminos similares, quizá por ser amigos desde niños, la gente se empeñaba en creerlos enemigos, comparando los éxitos y fracasos de ambos.
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En la imagen, su abuela, joven aún, posaba junto a las flores del patio familiar.
Su mirada, sin embargo, parecía perdida, muy lejos de aquel lugar.
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El gracioso hombrecillo, totalmente despistado por la distribución del local, corría de un lado a otro dispuesto a realizar su tarea, pero sin saber por dónde empezar.
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En ocasiones todo era cuestión de actitud y de saber ver las situaciones desde otro punto de vista para solucionar lo que parecía irresoluble.
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Siguió con la mente las líneas de mandala y creyó ver un atisbo de lo que esperaba al otro lado.
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Tocaba ahora trazar un plan para que le fuera devuelta su merecida gloria.
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Su padre era un hombre severo, demasiado duro en ocasiones, pero Ángela prefería recordarle en los momentos en que era generoso y cariñoso.
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Tuvo que ser precisamente aquel día, en que un enorme carnero, completamente blanco, entró en su jardín.
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La belleza de Ángela era superior a la que reflejaba aquella fotografía de la que ella estaba tan orgullosa.
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Mientras sus compañeras lidiaban con los nervios previos al crucial examen, Gloria, con la tranquilidad que la caracterizaba, se relajó leyendo su libro favorito.
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Criada lejos de Japón y sus tradiciones, Himari se sentía feliz paseando con su kimono como una más.
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A juzgar por la cantidad de cigarrillos en el cenicero, la espera había sido larga.
Y eso nunca era buena señal para ella.
Al contrario que sus compañeros, Susana estaba emocionada ante la idea de hacer su primera comunión.
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Mucho tiempo había pasado ya y él era realmente feliz con Bárbara, pero ver el antiguo tatuaje aún le traía dolorosos recuerdos.
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Dibujó un corazón en la tierra.
No un corazón típico de los enamorados. El suyo estaba abierto, roto en dos pedazos.
Quizá así exorcizara su dolor y pudiera empezar a perdonar.
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Tal vez fuera, en parte, por sus recuerdos de infancia, pero la plaza así, decorada para los festejos, jamás le pareció tan bonita.
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