No
podía ser de otra manera, tenía que ser una diosa o un espíritu de
la naturaleza...
Su
cuerpo desnudo estaba cubierto de flores que cubrían lo justo,
aunque a ella no pareciera importarle su desnudez, ya que campaba a
sus anchas por el bosque.
Los
días de cosecha eran importantes, claro, pero a ella le gustaban más
los días previos, cuando paseaba entre los árboles aspirando el
aroma de la fruta y comprobando lo poco que quedaba para recogerla.